«¿Por qué siempre das un paso atrás cuando trato de acercarme a ti?»
Mi corazón tiembla ante sus palabras. Su cara, todo su cuerpo estaba tan cerca del mío hace apenas un segundo, antes de que decidiera poner algo de distancia entre nosotros.
Otra vez.
Me tiembla la voz cuando le contesto y no sé qué me invade cuando digo: «Porque tengo miedo de no poder contenerme más».
Parece desconcertado, pero no le doy tiempo a pensar en lo que acabo de decir mientras las palabras se derraman fuera de mí:
«Me temo que quiero tocarte. Tengo miedo de que quiera que me toques. Quiero sentir tus manos envueltas alrededor de mi cintura y enredadas en mi cabello. Quiero que tus labios se aprieten contra los míos.
Me temo que si no doy un paso atrás, te agarraré por esa camisa negra estúpidamente hermosa y te besaré hasta que ambos nos quedemos sin aliento.
Sacas a relucir todos los deseos profundamente enterrados que he tratado desesperadamente de ocultarte desde que me compraste ese pastel de chocolate molesto y delicioso de la calle 5.
Quiero amarte tanto que duele.
Pero tengo miedo. Miedo a tu reacción, miedo a que digas que esto sería un error, que ya tienes a alguien más, o que no me ves de la misma manera.
Es por eso que huyo en lugar de enfrentarte de frente. Soy una cobarde que reprime sus sentimientos hasta el punto de que duele solo mirarte».
Las lágrimas me escuecen en las comisuras de los ojos y mi pecho sube y baja por mi arrebato.
Miro su figura de pie a unos metros de distancia y, contrariamente a lo que esperaba, veo una sonrisa amable bailar en sus labios mientras me mira.
Da un gran paso hacia adelante, un brazo finalmente se acomoda alrededor de mi cintura y el otro empuja un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
«¿Estás tratando de decir que me amas?»
Mi mente se queda en blanco cuando escucho la frase salir de su boca.
«Yo…» Esta vez es él quien no me da la oportunidad de responder antes de confesar en voz baja: «Porque te he amado desde el momento en que entraste a trompicones por la puerta de esa librería directamente en mis brazos».
Mis ojos se abren de par en par y ya no sé qué hacer conmigo mismo. Siento una punzada en el pecho y luego una maravillosa sensación de calor se extiende en mi pecho por todo mi cuerpo. Visita nuestra pagina de Sexshop mayorista y ver nuestros nuevos productos que te sorprenderán!
Él me ama.
Lágrimas calientes caen por mi mejilla y él las seca con el pulgar, con cuidado y con tal adoración en su expresión que me deja sin aliento.
«¿Me concedes un deseo y me dejas besarte?»
¿Concederle un deseo?
Esbozo una sonrisa por la forma en que cambia las tornas y asiento felizmente.
—Sí, con mucho gusto.
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